“¡Sufrimo mucho la puta
madre!”, grita delirante el argenchino Liu Song. A su alrededor un verdadero quilombo, pura alegría
de Pablo Tabachnik, Gastón Alto, el entrenador Gustavo Levisman y el resto del equipo. Argentina
acaba de vencer a Brasil, su bestia negra, el favorito, y acaba de conseguir por primera vez en la
historia el oro por equipos de los Juegos Sudamericanos.
*************************
El primer día fue tranquilo. Las series contra Uruguay y
Perú no trajeron complicaciones y Argentina accedió a semis, asegurándose el bronce. Entonces,
comenzó el sufrimiento: porque tocó Chile, no sólo el mejor de los posibles sino, además, el local.
El joven Felipe Olivares, 21 años, abrió la serie con Alto y jugó, fiel a su estilo, a todo o nada.
La intensidad del chileno puso en aprietos al mendocino y llegó a igualar las acciones y a llevar el
tercer parcial hasta 14 iguales: pero Alto hizo gala de su garra y su experiencia y se llevó el set.
Allí quebró al chileno, quien ya no opuso resistencia.
Quien sabe que hubiera ocurrido si, de acuerdo a la cruel ley del tenis de
mesa, un punto aquí hubiera sido un punto allá. Sobre todo, teniendo en cuenta que el dobles
argentino estuvo muy cerca de caer ante Chile, tras quedar 2-1 y luego ganar el quinto 11-9. El 3-0
final maquilla la dura pelea semifinal.
*************
La
exitosa generación que comenzó cuando Song viajó al país aún adolescente, allá por mediados de la
década del noventa, lleva ya unos cuantos años recogiendo premios por el mundo. Sin embargo, no
siguen jugando porque no venga nadie atrás; no hay en Argentina temor al vacío: el trío ha
compartido varias delegaciones con los jóvenes que vienen, criándolos a la luz y a la sombra de sus
éxitos, casi instándolos a que los desafíen, que los superen.
“El deporte va creciendo en todo el país, en todas las categorías: pasa lo
que no pasaba hace mucho, que en Latinoamérica se pelean todos los campeonatos”, analiza Gastón
Alto. El
Epigrafe de foto: De izquierda a derecha: Pablo Tabachnik, Liu Song y Gastón Alto.